viernes, 20 de febrero de 2009

NUESTROS QUERIDOS RAPTORS

¡Qué tal Locos del Baloncesto Colegial!

Este viernes ha sido de los que se recuerdan en la Copa. Partidos eléctricos, victorias y derrotas en el último suspiro, aficiones entregadas... la esencia de un torneo único del que cada día nos sentimos más orgullosos.
Esta vez me tocó la cancha de Liceo Sorolla. Nuestros queridos Raptors; miembros fundadores de la Asociación de Baloncesto Colegial, y que han vuelto este año a la Copa tras una temporada de parón, gracias al trabajo de Miguel y Antonio, dos verdaderos fenómenos capaces de liderar un proyecto deportivo de primera en esa escuela de Pozuelo.
Una vez más, nos han vuelto a demostrar (y van...) que las ganas y el trabajo bien hecho son una mezcla explosiva que acaba dando los mejores frutos. Todavía recuerdo una de las primeras reuniones, hace casi ocho años, de lo hoy es la Asociación de Baloncesto Colegial. Estábamos en alguna clase del Ramiro de Maeztu, presentando lo que entonces llamábamos Series Colegiales. Habíamos convocado a los colegios con la intención de que compartieran nuestra locura: por allí andaban representantes de Santa María del Pilar, Estudio, Maravillas, Agustiniano, San Agustín, San José del Parque... escuelas con una trayectoria de baloncesto colegial de gran arraigo en Madrid. Pero además, en aquella sala, había un tipo que venía en representación de un colegio de Pozuelo, con grandes instalaciones pero sin la tradición del resto en cuanto a desarrollo de su programa de baloncesto. Era nuestro 'querido Raptor' Antonio, profesor de Liceo Sorolla, y responsable de los proyectos deportivos junto a otro exalumno de la escuela llamado Miguel. La intención de la convocatoria era simple: teníamos que convencerlos de que la idea merecía la pena. Y jamás se me olvidará lo apoyados que nos sentimos durante aquella jornada por las palabras, y la permanente sonrisa, de Antonio. Desde una humildad que refleja su calidad humana, todas sus intervenciones estuvieron orientadas a buscar el modo de que aquello saliera adelante. Las objeciones (que las hubo) encontraban en Antonio una respuesta positiva que transformaba la amenaza en un reto que merecía la pena afrontar.
Casi ocho años después, con la misma carga de trabajo (o más) que entonces, habiendo pasado una travesía dura en su programa de baloncesto, Antonio y Miguel siguen con la idea de que agitando en una coctelera grandes dosis de ganas y de trabajo, cualquier objetivo es posible: por ejemplo, seguir convirtiendo una escuela de Pozuelo, cualquier viernes por la tarde, en el lugar soñado de los amantes del baloncesto colegial.

Nuestros queridos Raptors son así, qué le vamos a hacer, y tiene toda la pinta de que ya son demasiado mayores para dejar de ser unos niños*.

*(Que no me oigan, por cierto, porque no queremos que cambien jamás).

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